jueves, 26 de junio de 2014

RUTA 18 LOS LAGOS DE SALIENCIAS Fecha: 14-06-2014



Componentes de la expedición: Antonio, Mariví, Goyo, Elisa, M. Ángel, Ángel, Conchi C., Mayela, Michele, C. Felipe, Rocio, Fernando, la perrita “Trufa”


         El fin del curso escolar se alía  con el cansancio y las obligaciones  familiares. Se barrunta una “desbandada” de los componentes del grupo de “alta Montaña el Faro”, porque “está todo el pescado vendido”, según el argot estudiantil, y la “evaluación continua”, con sus correspondientes calificaciones, para satisfacción de M. Ángel, ya ha sido efectuada.

         Según “el tablón de anuncios”, las calificaciones han sido BUENAS,  se ha superado el 85% de aprobados que exige la FDMESCYL, gracias a la benevolencia de la “Junta evaluadora” formada por nuestros guías Antonio y Mariví. Han tenido en consideración: el  esfuerzo realizado, el tono comedido de las críticas, la rápida incorporación en las caídas, el  correcto  equipamiento, la  pronta  y voluntaria aportación de “manjares” variados…. Y, sobre todo, han  aceptado los  “justificantes” de  las   faltas ¿ justificadas?, por eso:

 Goyo, Elisa, M. Ángel, Ángel, C. Felipe, Rocio, Fernando, la perrita “Trufa”, la perra “Blaky”, Cloti, Cristina, Mª Eugenia, Mª Luisa, Julio, Nicole…

¡HAN SUPERADO LA PRUEBA Y PROMOCIONAN A 2º !



         Desgraciadamente, se ha producido un caso de “abandono”, los arrumacos a  la “minina” no  lo consideraron “falta justificada”. Y un “suspenso” a Elena, nuestra presidenta, por el alarmismo social que han producido sus sonados  “escaqueos” y por haber privado a “H” del solaz  y la libertad  a la que tiene derecho. Y un caso de, “pendiente del último ejercicio” el de Michele.

         Con respecto a los “guías”, los componentes del grupo los califican de “EXCEPCIONALES” por su paciencia, por sus “piadosos” engaños, por los itinerarios escogidos, por haber “iniciado”  a Blaky en la comparsa….  y  porque  no quieren que nos quedar huérfanos en el próximo curso, ni que les envíen “sustitutos” de media jornada…



         Por lo anteriormente expuesto, con el fin de conseguir nuevos “alumnos/as” para el próximo curso,  dar la oportunidad de “examinarse por libre” a las personas que lo deseen y de aprobar a los calificados “negativamente”, se programa, para el día 14 de Junio, una ruta  con el siguiente itinerario: TORRESTÍO- LA FARRAPONA- LAGOS DE SALIENCIAS- LAGO DEL VALLE. Por el entorno natural de Somiedo, con tiempo aproximado de recorrido de 5 h. y con dificultad FACIL




         A la cita acuden, aparte de los/as acostumbrados, dos compañeras que deciden “examinarse” POR LIBRE: MAYELA y CONCHI C. y MICHELE  que no quiere irse para Irlanda con esa tacha en su envidiable expediente.

¿¿ LO CONSEGUIRÁN??


 Desde el pueblo de Torrrestio, en la alta Babia Leonesa ( 1360 m.), iniciamos, en una mañana soleada y con temperatura apropiada para  caminar, la salida. Tomamos, a la salida del poblado, la amplia y polvorienta  pista de montaña que sube al alto de la Farrapona.  El color rojo chillón de su suelo contrasta con el verde amable de los prados que la escoltan.





         La subida era suave, comparada con la que hay que hacer para ascender a las colosales “Ubiñas” que por la espalda nos vigilaban, pero  larga y constante lo que provocó  los primeros descuelgues y los  rubores mañaneros, celosos de la superficie.

         Mayela, al llegar al alto de la Farrapona, después de caminar 4 Km en una hora, protestó:

-¿Por qué no cogimos el “funicular”?

Miguel A., socarrón, le contestó:

-  Nunca me has creído cuando te hablaba  de los sufrimientos que  la montaña entraña, así que, ahora, sigue los procedimientos establecidos y ¡quéjate! a Antonio.

Menos mal que el frescor del agua y el majestuoso e inesperado paisaje que, al asomarse al mirador, vio,  apaciguó su exaltado ánimo…









Desde el alto de la Farrapona, seguimos por una pista, hacia el oeste, que desciende suavemente hacia el lago de La Cueva.  La esplendorosa vista  del  primer lago, encumbró los ánimos, propició una foto de grupo e incitó a  una  infantil competición,  se trataba de demostrar ¡quién llegaba más lejos ¡






-¡No os preocupéis, ¡no se trata de imitar a los niños que compiten por ver quién es el que llega más lejos con la meada… – dice Ángel-. Solo se trata de ver quién llega con una piedra a hacer gorgoritos en la superficie de lago.


Esta aclaración tranquilizó a algunas e,  incluso las más fatigadas, se pusieron a ello.

Intervinieron Antonio y Goyo que hicieron saltar las aguas del lago, las cuales tuvieron durante muchos años el color rojizo que le proporcionaba el mineral de hierro extraído de la mina de Santa Rita.

Lo intentó Mayela, pero la piedra se le pegó a la mano. Ángel, intrépido, la increpó:

-Mayela  ¡hay que soltar la piedra¡

Probó Mariví, pero la ligera piedra, imprevisiblemente, salió despedida en dirección contraria  y casi alcanza la cabeza de Miguel A.

Miguel A., entre dientes, musitó:

-prefiero el juego de los niños, porque el “pis”… moja pero no mata….


Dejando reposar las irisadas aguas del lago La Cueva, continuamos  por la “pindia” pista que  asciende en zig-zag y que nos condujo,  en poco tiempo, hacia el lago de Calabazosa o Negro, llamado así por las sombras que producen sobre él las montañas que lo rodean. Desde la cima admiramos las aguas azul cielo de este lago, el mayor de los tres, que ocupa la depresión de una gran dolina excavada por disolución de la caliza e impermeabilizada después del depósito de sedimentos glaciares.


            Con el fin de visitar todos los lagos, torcimos a la izquierda y, subiendo por un estrecho sendero, ascendimos a un pequeño collado, desde el que ya avistamos el lago de Cerveriz, situado bajo las laderas septentrionales de los picos Albos y que se identifica, fácilmente, porque un muro de gris cemento embalsa sus mansas aguas. Sentados en las blancas rocas, descansamos nuestras debilitadas piernas y repusimos las maltrechas fuerzas con un frugal aperitivo.

          Volviendo sobre nuestros pasos, nos adentramos en la  verde vega de Fresneo.  Caminando por el alfombrado suelo salpicado de diseminadas y albas rocas que se entremezclaban con las tiernas florecillas amarillas, fuimos descubriendo un bucólico paisaje.  A un lado, mansos rebaños de ganado ovino  pastaban   reposadamente. A otro, pardas vacas, saciadas de la verde hierba, dormitaban a la solana rumiando parsimoniosamente, mientras eran vigiladas por los ciervos cuya silueta se recortaba en la lejana y elevada peña.





          Después de una hora de tranquilo caminar, remontamos, desperdigadamente, una suave loma.


Mayela y Conchi iban rezagadas y tuvieron la tentación de tumbarse en la mullida hierba, pero Miguel A., previsor,  las adviertió del peligro:

-Cuidado que aquí abundan las garrapatas que chupan la sangre a los animales y  también os pueden picar.
-Si es así - respondió Conchi- prefiero caminar hasta los confines de la tierra.

Con la sonrisa en los labios,  alejando de su mente la fugaz  tentación, consiguieron unirse al grueso del grupo  y, juntos, nos asomamos a un promotorio conocido como  LLomba Camayor  desde donde se avista la impresionante Vega de Camayor, de suaves pastos subalpinos y pequeñas lagunas.



El impresionante paisaje que se divisa desde el promontorio, obnubiló la mente, deshizo el cansancio y animó a todos/as, sin pensar en el regreso, a continuar  caminando por este idílico edén.

        Siguiendo el cartel  y el dedo de Ángel que indican  el Lago del Valle,  iniciamos, en fila india, un ligero descenso por un  angosto sendero  que nos condujo a una elevada peña bordeada por un frondoso huerto de  flores  amarillo – chillón  que exaltaron nuestro ánimo.







 Desde la peña se divisaba el último lago, el Lago del Valle. Éste tiene una capacidad de 2.000.000 metros cúbicos, se encuentra dentro de un circo montañoso donde destacan Los Picos Albos al oeste, y alimenta las centrales hidroeléctricas de La Malva y La Riera. Se trata del lago más profundo de Asturias y posee, en  medio, una paradisíaca isla. Desde este punto también pudimos ver las verdes praderas  y el recto y blanquecino camino que conducen al pueblo de Valle de Lago.




Torciendo a la izquierda de la peña, emprendimos un fuerte descenso para llegar al lago. La pindia bajada por el estrecho y rocoso sendero, se convirtió en ardua y peligrosa. El grupo se diseminó, quedaron rezagadas Mayela y Conchi, que escoltadas por Fernando y Ángel, se deslizaban, con mucha precaución, pendiente abajo. Olvidándose de la belleza del entorno, empezaron las  dudas …..,  oscuros nubarrones asomaron a sus mentes….


 





-Dónde vamos a dormir hoy ¿Mayela?- preguntó con voz tenue Conchi.
-Dónde va a ser, en casa – respondió resuelta Mayela
-Yo no sé si podré llegar al lago estoy muerta – replicó Conchi.
-Lo importante es llegar al lago – argumentó Mayela- después, si no podemos continuar, buscaremos refugio en uno de esos chozos que se ven en la vega y dormiremos ahí.
-Sí…sí, dormir…,dormir, en eso voy pensando yo- balbuceó Conchi.

Entre tanto, Ángel y Fernando abrían paso entre los floridos brezos del sendero y, aunque sonreían, comprendían la desazón de las fatigadas compañeras.

Arribó el grueso del grupo, a la ribera del lago, a las 2,30, hora prevista. Incluida Michele que, como no era la primera vez que nos acompañaba y sabe cómo nos las gastamos cuando entran las prisas, se introdujo en la mitad de la fila para no ser descolgada.

Las descolgadas, con sus centinelas, llegaron, abatidas, un poco más tarde, a las 2,45 h.

Reunido de nuevo el grupo, a la vera de las aguas azul turquesa del lago,  sacamos los bocatas y los comimos con fruición.



Olvidándonos de las garrapatas, excepto Miguel A.  que, siguiendo el refrán de “ más vale prevenir que curar”, buscaba el asiento de las albas rocas,  nos tumbamos en la esponjosa hierba y repusimos las maltrechas fuerzas. Unos aprovecharon la sombra de las salgueras, otros buscaron el cálido sol de la tarde.


Mientras comíamos y holgábamos, unos mandaban mensajes, otros, taciturnos, cavilaban, los demás, enterraban la monarquía por irracional y anacrónica y  restablecían la III república. El tiempo, silencioso, se fugaba.

Los expertos consultaron el GPS, valoraron las posibilidades y decidieron regresar por una nueva ruta con el fin de rebajar el  tiempo de la ida y disminuir la dificultad de la larga ruta.


Dejando a nuestras espaldas el apacible lago, ante las recelosas miradas Conchi y Mayela  que fueron encajadas en la mitad de un estirado bocadillo, emprendimos una empinada ascensión por los canchales de una enaltecida montaña. Con paso firme y sereno, conducidos por una impaciente Mariví, tomando aire cuando el resuello faltaba, alcanzamos, juntos, la cima.







Mayela y Conchi, incrédulas de su proeza, se animaron y siguieron al resto del grupo, que precedidos por Trufa, caminaba por un marcado sendero que por media ladera conducía a un  solitario y apacible valle.


Atravesamos el valle y, de nuevo, se inició el ascenso, menos mal que, a media pendiente, Trufa cogió el rastro de un numeroso grupo de corzos que en lo alto de la peña pastaban y nos vigilaban. Sin pensárselo dos veces  y sin hacer caso de las voces de Fernando, voló por riscos y peñas y dispersó a sus asustados enemigos. Cumplido el objetivo, descendió sofocada pero satisfecha de su hazaña y, sumisa, aguantó la implacable reprimenda de su dueño. Mientras observábamos, ensimismados, la proeza  y el comportamiento de la adolescente perrilla, dio tiempo a las que venían haciendo “la goma” a reunirse con el grupo y a descansar.


Animados porque ya era el último repecho, continuamos con la ascensión y llegamos a la cumbre de un pico, vecino de los Albos, que tenía 2013 m de altitud. Las “novatas” no se lo podían creer.





            En la cumbre, nos dimos un ligero receso y, después de avistar en el fondo del valle el lago de Cerveriz, comenzó  bajada.

         La mayoría del grupo, curtido por las proezas de todo el año, hacía un descenso veloz saltando de peña en peña porque la bajada era por roca pelada. Conchi y Mayela, más cautas, asentaban sus cansados pies en las inseguras rocas y descendían, sin protestar, guiadas por unos y  por otros, a su ritmo.

         Ya cerca del lago, cuando la pendiente era más pronunciada y había que echar mano a las rocas para  asegurar la pisada, Conchi,  solitaria y ensimismada, pensaba:

         - ¡Estoy rendida¡ ¡Vaya día¡ Tanto madrugar para, encima , soportar esto. A  mi edad, no puede pasarme esto. ¿Cómo me he dejado engañar? ¿ Por qué no me di la vuelta en la LLomba Camayor? Con lo bien y descansada que estaría yo ahora en mi añorado Pajares, divisando los amarillentos , pero accesibles oteros…¿Por qué me entró esta locura?. ¿Acaso pienso y piensan estos que soy una niña? ¡Qué placer pisar, a estas alturas del año, la nieve¡ ¡Ay  cuánta razón tenía Arturo cuando me aconsejaba: no vayas a la montaña, no vayas…, no vayas…Tú vete a la piscina…., a la piscina, que es lo tuyo, no a la montaña. Aunque nunca se la voy a dar, ¡solo me faltaba eso! ….   Virgen de los Desamparados ¡sácame sana y salva de esta….¡ Se quejan los chicos de lo difícil que es la economía,  de los balances, de los asientos……….¿qué saben ellos de dificultad? Aquí los querría yo ver…….Para otro curso,  se van a enterar estos insensatos montañeros…. Los voy a dejar pasmados, porque me voy a poner en plena forma desde septiembre. Caminar…, caminar…., nadar …, nadar…., así un día y otro día y otro……¡ Seré una ágil gacela!




         Su monólogo fue interrumpido por las voces del grupo que animaba a alzar la vista a las altas peñas para contemplar un nuevo grupo veloces corzos. Con la cara desencajada, pero con mente en la realidad presente y los pies en el suelo, Conchi continuó el descenso.

         Cuando llegamos al lago Cerveriz, el ocaso del  sol prendía fuego en el horizonte. Ya estábamos sobre terreno conocido y solo restaba subir el collado que separa el valle de Cerveriz de la vega de Fresneo.



         Haciendo el último esfuerzo, subimos, contemplando las amarillas flores de los arbustos, el  familiar collado.

         En la rampa, Mayela, intentaba acompasar sus vertiginosos pensamientos a los esforzados y lentos pasos. Pergeñaba el cuento o historia que  narraría a sus niños para explicarles lo que había hecho este largo día… Esto les contaría:

-         Érase, una vez, una bella  princesa de sonrisa rutilante  y de larga  y agitanada melena azabache. Vivía, tranquilamente, en su confortable casa de la ciudad, rodeada de sus risueños niños y de su cariñoso marido. Ella pensaba que era frágil y quebradiza como un hermoso jarrón chino. Pero un día, se compró unas  botas  negras que, aunque las ponía poco, cada vez que las calzaba la incitaban a caminar…. y caminar, las bautizó como las “trotamundos”. Así que, con el fin de saber a dónde la querían llevar, un sábado de primavera, aprovechando el buen tiempo y la hermosura del campo, se calzó las intrépidas “trotamundos” y, confiada, se dejó llevar….


No creía que podría llegar lejos. Pero, para su sorpresa, no se amilanó y comenzó a caminar con las botas “trotamundos” y dos bastones  que servían de pértigas. Recorrió, entusiasmada, valles salpicados de lindos y apacibles lagos. Transitó, cansada, por verdes prados  que apacentaban a perezosas vacas. Saltó y saltó, asustada, para impedir que las  garrapatas que los poblaban se le escondiesen  en su suelta melena. Subió, agotada, pindias montañas y avistó ágiles corzos que, como fieles soldados, vigilaban las montañas. Pisó, incrédula, la oscurecida nieve primaveral de los neveros. Descendió, desfallecida,  por escabrosos barrancos…
Al día siguiente, cuando amaneció en su cama, sus piernas estaban doloridas, sus caderas parecían desencajadas…., pero estaba feliz y contenta porque las botas “trotamundos” le habían  descubierto paisajes de ensueño y un admirable  y puro mundo natural que quería seguir conociendo y, sobre todo, le habían demostrado que PODEMOS, eso sí, siempre que nos esforcemos.

         Congregado el grupo  en la pista que, después de 8 h de expedición y 20 Km. recorridos, nos conduciría al alto de la Farrapona, decidimos que cada uno, midiendo sus fuerzas, recorriese la pista hasta la Farrapona  a su ritmo. Que, si alguien se encontraba con fuerzas, se adelantase, bajara a  Torrestío por un coche y subiese a recoger a los más rezagados.



         Marcado el objetivo, unos comenzaron  a descender la polvorienta pista a paso rápido, otros a paso cansino, otros al trote …. Lo  importante es que  el objetivo se cumplió y a las 8,30 todo el grupo, reunido, se encontraba en el bar de Torrestío  bebiendo una  cerveza o un refresco y charlando con el joven y fornido ganadero, Jaime Fuertes, alumno del I.E.S. Fernando I y vecino, los fines de semana de este bello pueblo.

         Cuando los  lóbregos tules ocultaron el fulgor del día, degustamos una ligera  y dietética cena en un bar de S. Emiliano y, para finalizar, la temida “Junta evaluadora” hizo públicos los resultados de la prueba para las dos compañeras que se “examinaban por libre” y para la compañera que tenía  “pendiente” el último ejercicio.



         CONCHI C. Y MAYELA, por su  espíritu de sacrificio, por su valentía y pundonor:

¡HAN SUPERADO LA PRUEBA Y PROMOCIONAN A 2º CON LA CALIFICACIÓN DE NOTABLE!

         MICHELE, por su perspicacia, fortaleza física y por haber asimilado, con entusiasmo, nuestra lengua y nuestra cultura:

  ¡HA SUPERADO LA PRUEBA Y PROMOCIONA A 2º CON LA CALIFICACIÓN DE SOBRESALIENTE!

         Con el regocijo y aquiescencia general, se FELICITÓ  a las examinandas  y se las animó a formalizar su “inscripción” en el grupo para el próximo curso.

         Como las cortinillas oculares comenzaban a cerrarse, nos despedimos y dejamos pendiente la celebración de las calificaciones para el día 27 en Valencia de D. Juan.


                                                                           C. Felipe