martes, 10 de junio de 2014

RUTA 17 PEÑA VALDORRIA Fecha: 31-05-2014



Componentes de la expedición: Antonio, Mariví,  Elisa, Nicole, José L. Anta, C. Felipe, Julio, la perra Blaky


         En una fresca mañana primaveral, “colgados” por algunos habituales  componentes del grupo, unos porque, en esta ocasión,  optaron por actividades etnológico-culinarias más placenteras y sedentarias, otros porque  estaban convalecientes, otras porque tenían asuntos familiares ineludibles….En resumen, que solamente siete  componentes del club  “el Faro” nos dispusimos a ascender a Peña Valdorria (1926 metros ), pero no siguiendo la ruta tradicional desde el pueblo de Valdorrria, sino subiendo desde Nocedo. Menos mal que la incorporación de  Yaky, la perra de Mariví y Antonio, una cachorrilla  de radiante color azabache, alegre, cariñosa, vivaracha, compensó el escuálido tropel.

Aparcados los coches en la localidad de Nocedo  de Curueño, emprendimos la marcha a las 9,45 h. Después de caminar unos 300 m. por la carretera, en dirección a Vegarada, resguardándonos del relente mañanero que corría por las hoces, giramos  a la izquierda e iniciamos la subida por un camino carretero. Jóvenes  robles  vestidos de verde primavera lo flanqueaban  y nos  ocultaban de los tibios rayos del sol  que, en la altura, aún jugueteaba con las nubes color ceniza.


El camino era cómodo pero empinado. El  enérgico ritmo que Julio y José L. imprimieron al ascenso pronto calentó nuestros agarrotados músculos y  empezaron a sobrar las cazadoras azul cielo, los jerseys y chalecos negro carbón, los largos pantalones de montaña…, prendas que, progresivamente,   fuimos abandonando.

Después de  transitar unos 2 Km. por el camino  que, pronto, se transformó en un estrecho sendero  sembrado de  desperdigadas rocas, llegamos   a un amplio valle que tapizado por una tupida alfombra verde nos condujo a las faldas de la collada Bucioso.


 Tras un breve receso para tomar fuerzas, emprendimos la ascensión a la collada,  trepando por las desnudas rocas y  animados por la inquieta Yaky  que, con  su constante  ascender y descender,  afeaba nuestra cachaza.



El primer esfuerzo nos llevó al primero de los picos de la peña Valdorria. Desde allí pudimos contemplar el  majestuoso Bodón , el  picudo Correcillas,  la chaparra Peña Galicia…, y los rojizos tejados de las diminutas casas del pueblo de Valdeteja, perdido en un coqueto y ovalado valle.



Después de recrearnos con la magnífica  panorámica, tocaba  abordar el duro camino,  crestear  heterogéneos picos hasta llegar a la cumbre de la peña Valdorria.

Como si  nos encontráramos con contiguos  toboganes en un colosal parque de atracciones, bajamos y subimos 5 picos de  desnudas y  calizas peñas, antes de alcanzar la cumbre de Peña Valdorria. Admiramos el maravilloso paisaje y disfrutamos del tornadizo día, ya que tan pronto brillaba el sol y caldeaba el ambiente, permitiéndonos ir en mangas de camisa, como se ocultaba entre las plomizas nubes y descendía un frío invernal que obligaba a abrigarse.  Algunos nos abrigábamos, pero no al nivel de un grupo de montañeros que en el camino tropezamos  y que se quejaban del frío, aunque iban equipados como nosotros íbamos el 4 de enero  en pleno temporal de nieve. ¡Menos mal que no vieron al fogoso Julio con su camiseta sin mangas ¡




Después de los constantes “sube-baja y vuelta a subir” divisamos la última y definitiva cumbre y, tras de un corto descanso, emprendimos la subida  por una estrecha, empinada y pedregosa canal que  nos condujo a la cumbre.




Desde la impresionante balconada de la Peña Valdorria contemplamos, de nuevo, : el Bodón, el pico Ancino,  el Correcillas,  las altas cumbres del Puerto de S. Isidro, los minúsculos, vistos desde la cumbre,  pueblos de Valdorria,  Nocedo, Montuerto, La Vecilla…, diseminados por los frondosos valles ,  la imperceptible ermita de S. Froilán encaramada en la roca , el valle de Valdecésar….




Eran las 2 de la tarde y  teníamos que afrontar el descenso. Tomando la dirección Sureste , empezamos el descenso por una pindia, pedregosa  y larga bajada que, en una hora, nos llevó a enlazar con la carretera que une Nocedo y Valdorria.



Ya en el pueblo, nos topamos con inesperadas compañeras: Cloti que, en esta ocasión, había decidido hacer de mamá y abastecer al grupo de un especial avituallamiento,  y Elena  y la pequeña Irene que habían ido en busca de su adorado José L.

Era la hora de comer, nos arrimamos al bar.  Como la tarde estaba preciosa, el calor del sol apetecía y  había terraza en el establecimiento, decidimos comer fuera. Esta decisión favoreció que Yaky, invitada de excepción y, por las dotes despegadas en la jornada, futura y fiel compañera de escapadas, pudiese acompañarnos a la mesa.





La comida estuvo animada, aunque  hay que decir  que las viandas no fueron ni buenas ni abundantes. Unas tristes  e insuficientes patatas con exiguas costillas, unos filetes de lomo desangelados y unos desconsolados huevos fritos sin guarnición fue todo lo que nos ofrecieron. Por no mencionar  el postre,  tortilla de flan de huevo, poco batido, adornada con gelatina dulce. Menos mal que el sabroso  y esponjoso bizcocho, con refrescante sabor a naranja,  que aportó Cloti, nos hizo olvidar el desaguisado.

Para completar el día, a las 5 de la tarde iniciamos la subida a la ermita de San Froilán. Así, Irene  pudo exhibir  sus dotes de escaladora, Nicole  pudo conocerla y Antonio pudo cumplir su promesa  de subirla de rodillas, (hay documento gráfico por si algún desconfiado no se lo cree), para agradecer su jubilación.



Despidiéndonos de Cloti, Elena e Irene, al bajar de la ermita, tomamos el desvío que nos condujo, por el escarpado  e inclinado sendero, al arroyo  de Valdecésar.

 Siguiendo el curso del rumoroso arroyo, atravesamos, en dirección a la cascada de Nocedo, el “valle de Valdecésar” hechizados con el canto del agua, el trino primaveral de los jubilosos pájaros y el siseo de las impúberes hojas de los robles y abedules que pueblan el valle.


Las blancas flores del serbal,  el verde manzana de los árboles,  los refulgentes rayos del sol, que se filtraban por entre las semidesnudas ramas, eran como las entretenidas imágenes de un calidoscopio para nuestras dilatadas pupilas. Absortos en la contemplación del primoroso paisaje, llegamos, sin apenas darnos cuenta, a la  parte superior de la “cascada de Nocedo.  Bajamos, con cuidado para evitar el desprendimiento de las cantos  rodados sueltos, hacia la carretera  de Nocedo  y,  para finalizar la atractiva expedición vespertina,  visitamos  la rizada y húmeda cabellera de la “cascada de Nocedo”.




 Antes de que el juguetón  y reluciente astro se escondiese entre las montañas, aprovechando su último rescoldo, degustamos, en una merienda-cena improvisada, la deleitosa empanada y el resto del bizcocho que la eficiente cocinera Cloti, amablemente,  nos ofreció.¡Gracias Cloti¡

         Fatigados por el esfuerzo realizado y con ganas de imitar  a Yaky que, agotada y mimosona, se durmió en el regazo de Marivi, regresamos a casa.


¡Os esperamos a todos/as, sin disculpas, en la próxima del día 14¡
                                                                 

C. Felipe

1 comentario:

  1. ¡¡¡¡¡esta crónica no es lo mismo, sin la foto de Antonio subiendo de rodillas al santuario de San Froilán!!!!!

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