Componentes de la expedición: Antonio, Mariví, Goyo, Elisa, M. Ángel, Julio, C.
Felipe. Ángel, Mª Eugenia, Ana, perrina Blacky
“Sin pararnos a adivinar ni cómo ni cuando,
alcanzamos la cumbre cercada por una enmarañada niebla y azotada por una
heladora ventisca y, tras la foto de rigor, sin pérdida de tiempo, ni para
reponer fuerzas, emprendimos un precipitado descenso.
Es una pena que la neblina y la
ventisca nos impidieran obtener una espléndida vista panorámica del valle del
Curueño, de los pueblos que bordean la
Peña , y de los picos, que
encaramados en el cielo, la observan.”
Después de esta cita textual de la
crónica realizada en la anterior subida a Peña Galicia (4-01-2014), era inevitable realizar una nueva ascensión para ver si,
esta vez, podíamos admirar el maravilloso paisaje que desde ella se divisa.
Para que no se nos hiciera muy
monótona, Antonio modificó la ruta que realizamos en el mes de enero.
Esta vez, después de tomar un café en la Vecilla y saborear
las mañaneras y deliciosas rosquillas de
S. Froilán a las que nos invitó Elisa y Goyo, la salida fue desde La Mata de la Berbula , pueblo en el que vivió y tiene su casa nuestro
admirado escritor Julio Llamazares.
El día era bueno para caminar. El sol, perezoso, se
escondía en un cielo empedrado de nubes que, poco a poco, se iban disipando. El
calor no agobiaba y, desde un camino que sale junto al cementerio, iniciamos el
recorrido por una estrecha y pindia senda que, flanqueada de pequeños robles aún
verdosos, resecas hierbas y amarillentas
escobas nos condujo al Collado de los
Maquis, “Peña Morquera”. Desde aquí, aparte de contemplar las destruidas
trincheras de los maquis, pudimos admirar el valle del Curueño con sus prados, todavía
verdes, cercados de altos chopos que comenzaban a vestirse de amarillo,.
También observamos los diminutos pueblos de Nocedo, Montuerto, Valdepiélago, La Mata …. acostados en el angosto lecho del valle.
Desde “Peña Morquera”, seguimos, a la izquierda, una
cómoda senda que conduce a la
Valdorria , pero, cuando tuvimos diáfana la visión de “Peña
Galicia”, en vez de continuar la senda,
torcimos, a pesar de las consabidas protestas de Ängel, hacia la izquierda y
comenzamos a subir una dura, abrupta
y pindia rampa que nos acercó a las rocas.
La subida de la rampa
y el incipiente calor hizo mella
y fue escalonando el grupo.
Ana, rezagada,
se quejaba de la falta de entrenamiento y de su exiguo fondo, pero la
superó como una campeona y, después de este pequeño calentamiento, no tuvo
mayor dificultad en seguir y, en
ocasiones, encabezar la expedición ¡ Mantiene
sus genes montañeros¡
Tras un breve receso para refrescar, acometimos la escalada, sin gran dificultad, aunque
utilizando a veces las manos, a la primera desnuda, rocosa y caliza peña. En la cima de este pico, hicimos
un pequeño receso para reponer fuerzas y descubrir la espléndida vista panorámica que se nos brinda del pueblo
de Valdorria y del valle de Valdecesar que termina en la famosa cascada
de Nocedo.
Descendiendo del primer pico, atravesamos el collado que separa las dos peñas y, en apenas 15 minutos, alcanzamos la segunda cima, coronada por un enorme mojón de piedras. Con el cielo despejado, las vistas del valle de Aviados y Campohermoso eran muy agradables. Se ve, mirando hacia el sur, el amplio valle de la Vecilla y el río que sigue su curso hacia el sur, hasta confluir con el Porma en Ambasaguas de Curueño.
Si miramos al
oeste, en primer término, aparece el pico Povareda, las montañas del Torío y
del Bernesga (Braña Caballo, el Cellón...), en segundo plano se ve el pico
Cirbanal y detrás el macizo de Ubiña....
Si nos volvemos hacia el Este, percibimos, en primer plano, los picos
Valdorria, Cueto Ancino y Prado… En segundo plano, el macizo del Mampodre y ,
por último, los Picos de Europa y el tan
característico pico Espigüete, en forma de pirámide, de la Montaña Palentina.
Saciada nuestra
curiosidad, comenzamos el
descenso, bordeando las peñas, sin descender
del todo para no perder altura y alcanzamos la senda que nos conduce a la Valdorria.
Recordábamos
una senda placentera iluminada por el nítido blancor de las colinas, de los
arbustos, de los robles, de los matojos,
todos ellos colmados de una esponjosa nieve recién caída. Pero esta vez, nos encontramos con una senda bordeada por jóvenes y verdes robles, arbustos que siembran sus blanquecinas
flores, matojos de mustias crestas
amarillas, chopos que mudan sus vestidos
a un color amarillo u ocre, alejados cerezos que se visten de de
rojo….Todo ello envuelto en un sublime
silencio, bajo la vigía de un alto y
rocoso tótem que, cual fiel centinela,
observa y calla….
Después
de pasar por el pueblo de La Valdorria , descendimos a
un valle, para nosotros ya conocido, el Valle de Valdecesar Siguiendo el curso del rumoroso arroyo, en el
que Backy se dio un refrescante y anhelado baño, caminamos por la senda, en
dirección a la cascada de Nocedo.
El “valle de Valdecésar” conserva su habitual belleza, un poco
distinta de la belleza primaveral…..El silencio es mayor, ya que no se oye el
trino primaveral de los jubilosos pájaros y la frondosidad y el verdor de los helechos primaverales ha mutado a una ruinosa flacidez y a un nostálgico color amarillo-ocre otoñal. Las hojas verde manzana
de los robles van amarilleando y las ramas, antes rumbosamente
adornadas, se van desnudando…. A la sombra de los robles y de los helechos,
encontramos precoces “boletus” que, espoleados por las recientes lluvias,
asoman su esponjoso sombrero…
Contentos de disfrutar, de nuevo, de este primoroso
paisaje que ya ensaya el otoño, llegamos
a la parte superior de la
“cascada de Nocedo”.
Goyo, ensimismado en la admiración del paisaje, no
percibió una tramposa raíz que
sobresalía de la tierra y haciendo una profunda genuflexión se “acordó” de S. Froilán y le brindó gotas
de su bermeja savia…. Resignado, añadió:
- Que constancia, ¡Oh magnánimo Froilán¡, que es la penitencia
anticipada, si consigues liberarme pronto de las celosias de Villahierro.
Repuestos del
infortunio del compañero, bajamos, con cuidado para evitar el desprendimiento
de las cantos rodados sueltos, hacia la
carretera de Nocedo y, para finalizar la jornada, nos dirigimos a
nuestro restaurante favorito “la
Venta del Aldeano”.
Allí degustamos las ensaladas, los garbanzos, el arroz
caldoso, las carnes a la brasa y los
sabrosos postres, que, como viejos y habituales
clientes, nos ofreció. Aunque, esta vez,
Mª Eugenia no pudo degustar su
favorito “arroz con leche”.
Después de una rápida visita a Tolibia
para que D. Manuel nos confirmara la bondad de los “Boletus” aprehendidos en
Valdecesar, un último café en S. Feliz y regreso a casa…..
¡¡Bonito
festejo, con un día de antelación, de la
festividad de S. Froilán¡¡
C. Felipe