lunes, 3 de noviembre de 2014

RUTA 3 -2º curso PEÑA GALICIA Fecha: 4-10-2014


Componentes de la expedición: Antonio, Mariví, Goyo, Elisa, M. Ángel, Julio, C. Felipe. Ángel, Mª Eugenia, Ana, perrina Blacky

 “Sin pararnos a adivinar ni cómo ni cuando, alcanzamos la cumbre cercada por una enmarañada niebla y azotada por una heladora ventisca y, tras la foto de rigor, sin pérdida de tiempo, ni para reponer fuerzas, emprendimos un precipitado descenso.

         Es una pena que la neblina y la ventisca nos impidieran obtener una espléndida vista panorámica del valle del Curueño, de los pueblos que bordean la Peña, y de los picos, que  encaramados en el cielo, la observan.”

         Después de esta cita textual de la crónica realizada en la anterior subida a Peña Galicia  (4-01-2014), era inevitable  realizar una nueva ascensión para ver si, esta vez, podíamos admirar el maravilloso paisaje que desde ella se divisa.

         Para que no se nos hiciera muy monótona, Antonio modificó la ruta que realizamos en el mes de enero. 

Esta vez, después de tomar un café en la Vecilla y saborear las  mañaneras y deliciosas rosquillas de S. Froilán a las que nos invitó Elisa y Goyo, la salida fue desde La Mata de la Berbula,  pueblo en el que vivió y tiene su casa nuestro admirado escritor Julio Llamazares.

El día era bueno para caminar. El sol, perezoso, se escondía en un cielo empedrado de nubes que, poco a poco, se iban disipando. El calor no agobiaba y, desde un camino que sale junto al cementerio, iniciamos el recorrido por una estrecha y pindia senda que, flanqueada de pequeños robles aún verdosos, resecas hierbas  y amarillentas escobas  nos condujo al Collado de los Maquis, “Peña Morquera”. Desde aquí, aparte de contemplar las destruidas trincheras de los maquis, pudimos admirar el valle del Curueño con sus prados, todavía verdes, cercados de altos chopos que comenzaban a vestirse de amarillo,. También observamos los diminutos pueblos de Nocedo, Montuerto, Valdepiélago, La Mata …. acostados en el   angosto lecho  del valle.
  
Desde “Peña Morquera”, seguimos, a la izquierda, una cómoda senda que conduce a la Valdorria,  pero,  cuando tuvimos diáfana la visión  de “Peña Galicia”, en vez de continuar  la senda, torcimos, a pesar de las consabidas protestas de Ängel, hacia la izquierda y comenzamos a subir una  dura,  abrupta  y pindia rampa que nos acercó a las rocas.




         La subida de  la rampa  y  el  incipiente calor   hizo mella  y fue escalonando el grupo.

Ana, rezagada,  se quejaba de la falta de entrenamiento y de su exiguo fondo, pero la superó como una campeona y, después de este pequeño calentamiento, no tuvo mayor dificultad en seguir  y, en ocasiones, encabezar  la expedición   ¡ Mantiene  sus genes montañeros¡

Tras un breve receso para refrescar, acometimos la  escalada, sin gran dificultad, aunque utilizando a veces las manos, a la primera desnuda,  rocosa  y caliza peña. En la cima de este pico, hicimos un pequeño receso para reponer fuerzas y  descubrir la espléndida  vista panorámica que se nos brinda del pueblo de Valdorria y del valle de Valdecesar que termina en la famosa cascada de Nocedo.

Descendiendo del primer pico, atravesamos el collado que separa las dos peñas y, en apenas 15 minutos, alcanzamos la segunda cima, coronada por un enorme mojón de piedras. Con el cielo despejado, las vistas del valle de Aviados y Campohermoso eran muy agradables. Se ve, mirando hacia el sur, el amplio valle de la Vecilla y el río  que sigue su curso hacia el sur, hasta confluir con el Porma en Ambasaguas de Curueño.



  Si miramos al oeste, en primer término, aparece el pico Povareda, las montañas del Torío y del Bernesga (Braña Caballo, el Cellón...), en segundo plano se ve el pico Cirbanal y detrás el macizo de Ubiña....

Si nos volvemos hacia el Este, percibimos, en primer plano, los picos Valdorria, Cueto Ancino y Prado… En segundo plano, el macizo del Mampodre y , por último,  los Picos de Europa y el tan característico pico Espigüete, en forma de pirámide, de la Montaña Palentina.

Saciada nuestra  curiosidad,  comenzamos el descenso,  bordeando las peñas, sin descender del todo para no perder altura y alcanzamos la senda que nos conduce a la Valdorria.
  

            Recordábamos una senda placentera iluminada por el nítido blancor de las colinas, de los arbustos, de  los robles, de los matojos, todos ellos colmados de una esponjosa nieve recién caída. Pero esta vez,  nos encontramos con una senda  bordeada por jóvenes y verdes robles,  arbustos que siembran sus blanquecinas flores, matojos de  mustias crestas amarillas, chopos que mudan sus vestidos  a un color amarillo u ocre, alejados cerezos que se visten de de rojo….Todo ello  envuelto en un sublime silencio, bajo la vigía  de un alto y rocoso tótem  que, cual fiel centinela, observa y calla….

         Después de pasar por el pueblo de  La Valdorria, descendimos a un valle, para nosotros ya conocido, el Valle de Valdecesar  Siguiendo el curso del rumoroso arroyo, en el que Backy se dio un refrescante y anhelado baño, caminamos por la senda, en dirección a la cascada de Nocedo.




 El “valle de Valdecésar”  conserva su habitual belleza, un poco distinta de la belleza primaveral…..El silencio es mayor, ya que no se oye el trino primaveral de los jubilosos pájaros y la  frondosidad y  el verdor  de los helechos primaverales  ha mutado a una ruinosa flacidez  y a un nostálgico color  amarillo-ocre otoñal. Las hojas verde manzana de los robles  van  amarilleando y las ramas, antes rumbosamente adornadas, se van desnudando…. A la sombra de los robles y de los helechos, encontramos precoces “boletus” que, espoleados por las recientes lluvias, asoman su esponjoso sombrero…

Contentos de disfrutar, de nuevo, de este primoroso paisaje que ya ensaya el otoño, llegamos  a la  parte superior de la “cascada de Nocedo”.

Goyo, ensimismado en la admiración del paisaje, no percibió  una tramposa raíz que sobresalía de la tierra y haciendo una profunda genuflexión  se “acordó” de S. Froilán y le brindó gotas de su bermeja savia…. Resignado, añadió:
- Que constancia, ¡Oh magnánimo Froilán¡, que es la penitencia anticipada, si consigues liberarme pronto de las celosias de Villahierro.

 Repuestos del infortunio del compañero, bajamos, con cuidado para evitar el desprendimiento de las cantos  rodados sueltos, hacia la carretera  de Nocedo  y, para finalizar la jornada, nos dirigimos a nuestro restaurante favorito “la Venta del Aldeano”.
  
Allí degustamos las ensaladas, los garbanzos, el arroz caldoso, las carnes a la brasa  y los sabrosos postres, que, como viejos y habituales  clientes, nos ofreció. Aunque, esta vez,  Mª Eugenia  no pudo degustar su favorito  “arroz con leche”.

         Después de una rápida visita a Tolibia para que D. Manuel nos confirmara la bondad de los “Boletus” aprehendidos en Valdecesar, un último café en S. Feliz y regreso a casa…..

¡¡Bonito festejo, con un día de antelación,  de la festividad de S. Froilán¡¡


                                                                         C. Felipe

RUTA 2/ 2º curso PEÑA UBIÑA Fecha: 27-09-2014


Componentes de la expedición: Antonio, Mariví, Goyo, Elisa, M. Ángel, Mª Eugenia, C. Felipe


         Los “dioses del tiempo” atendieron los deseos expresados en la última crónica y, tal y como estaba previsto, el sábado 27 de septiembre, con un tiempo espléndido para la “marcha”, iniciamos la subida a Peña Ubiña.

         A las 9 de la mañana,  cuando  llegamos a S. Emiliano, el sol, perezoso, se quitaba las legañas y se asomaba, lánguidamente,  por entre las  cumbres que cercan el pueblo.



 La verbena y resaca de la última noche mantenían, aún, al pueblo adormecido.

         Aunque el cielo estaba despejado y lucía un azul intenso, el  + 1º que marcaba el termómetro animaba a abrigarse mientras esperábamos la apertura del  bar  para beber el calentito café mañanero.

         Reclutados todos los componentes de la marcha y felicitándonos por la incorporación y valentía de Mª Eugenia, nos encaminamos  a la localidad de Pinos, señero pueblo de nuestro compañero J. Enrique, al que recodamos y deseamos que D.E.P.

         Desde Pinos, pertrechados con el equipamiento y avituallamiento adecuados para una larga jornada, iniciamos  la partida, a las 9,45 h., por un amplio camino terrero, flanqueado por los, todavía, verdes árboles,  que con subida progresiva nos llevó hasta el refugio de Meres o (Mieres). Desde  allí pudimos vislumbrar, a lo lejos, la Peña Ubiña Pequeña  y observar a sosegados  y  pardos   animales aprovechar los incipientes pastos de otoño .



         Corto receso y continúa la ruta por una reverdecida alfombra salpicada de claras y heterogéneas  rocas.




De pronto, un pequeño macizo de albos riscos, cuya trepada fue el aperitivo de lo que nos esperaba, interrumpió el plácido camino y nos  reveló el “monstruo” al que pretendíamos atacar.

         Con paso seguro, atravesamos el valle despoblado de animales que nos fue acercando a la base de la ciclópea  cumbre. Según nos íbamos aproximando,  el camino se empezó a erguir y, con paso reposado  y mucho arrojo, alcanzamos las rocas y la senda que nos llevaría a la cima.





Unos minutos de sosiego para beber agua, tomar aire y emprendimos la pindia  y peñascosa pendiente.






Aunque la senda era constreñida, en esta ocasión, era transitada por un número inusual de escaladores de todas las edades, aunque según Goyo, nuestra expedición era la señera en la edad . Pero como lo que importa es el espíritu…., unas veces, sorteando las rocas, otras veces, arremetiéndolas con tesón y pellizcándolas para poder dar la siguiente zancada, ascendimos, ascendimos hasta alcanzar la cresta, eran las 13,30 h..








¡¡¡ La sonrisa de  satisfacción de la incrédula Mª Eugenia eclipsó el sol¡¡¡

         - ¡¡¡Victoria¡¡¡ - susurró Mº Eugenia suspirando

Desde esta cima de 2.417 metros  pudimos contemplar un maravilloso panorama.: Babia, a nuestra izquierda, una inmensa llanura  verde rodeada de montañas y salpicada de decenas de pueblos: Pinos, S. Emiliano, Torrebarrio, La Majúa, Villargusán, Torrestío y la subida a la Farrapona… Y, más alejado, el valle de Omañas. A la derecha, el pueblo asturiano de Tuiza y, alejadas,  peñas emblemáticas como las Tres Marías, Correcillas, el Cibernal…



Buscando  el resguardo de las rocas y el calor del sol, comimos nuestros apetecibles bocadillos, bebimos el café y alguno fumó su ineludible cigarrillo.











Repuestos del esfuerzo de la  subida, después de la  foto familiar de rigor en el mojón de la cumbre, emprendimos  un prudente descenso, agarrando, de nuevo, las peñas para evitar los despeñamientos y proteger las maltrechas rodillas. A las 3,30 h., en la falda de la montaña, mientras cogíamos resuello,  se  celebró la temida asamblea para  organizar la jornada vespertina y, como algunos ya habían vivido la aventura de subir a continuación la Peña Ubiña Pequeña, se decidió subir al Cerro Cerreos.




Para no perder altura, emprendimos un descenso trasversal sorteando puntiagudos cardos y  abruptos canchales   que nos acercaron a la falda del Cerro Cerreos.



Felipe, ya cansado de la doble jornada, preguntó:

- ¿Cuando se acaban las “marchas” de bocadillo?

-         Yo creo que esta es, afortunadamente, la última -contestó  Miguel Ángel.

- No os hagáis ilusiones – replicó Antonio- todavía queda  subir al  Collado Jermoso.

-         Esa es larga y dura y, si queremos hacerla en el día, hay que aprovecharlo- machacó Mariví.

- Si nos fiamos de estos, nos matan – musitó Goyo

Cambiando de tema, añadió:

-         ¿No os parece que es necesario renovar la plantilla de expedicionarios? No sé si os fijasteis, pero en la senda de Peña Ubiña  parecíamos los del INSERSO.

-         Pues este año han llegado al Insti unas cuantas chicas  jóvenes, atléticas, guapas… y algún chico que…. –comentó la callada Elisa.

-         No se hable más, - sentenció Goyo - Miguel Ángel, con la ayuda de Ángel, cuando  acabe con las monsergas de los cumpleaños, la recogida del pimiento y demás zarandajas…, será el encargado, además de concertar el lugar del  manduque, de hacer nuevas conquistas para renovar la plantilla.  No podemos soportar la nueva temporada con una plantilla  en la que unos están jubilados y  otros ávidos de jubilación. ¡Vamos a ser el hazmerreír de las montañas¡

Y como la nueva pendiente, aunque más facilota  que la “Ubiñona”,  cortaba, de nuevo, el resuello,  dejamos de conversar y nos centramos  en la nueva ascensión , con  Peña Ubiña vigilando nuestra sudorosa espalda.

 En media hora, llegamos a la cumbre de la fortificada Peña de Cerreos  (2104) m. Allí conversamos con 3 asturianos, amantes de la República, la pasada y la futura, que nos hicieron la foto  y nos explicaron cuáles eran las peñas más importantes, y casi impracticables, del Macizo de las Ubiñas, desde la vertiente asturiana: El Siete, Los Castillines, el Portillín, Los Fontanes, Peña  Rueda, La Mesa; Alto de la  Cobertoria



         Después de observarlas trincheras de Cerro Cerreos,  emprendimos el descenso por la vertiente sur. Fue un descenso duro porque las rodillas, en ocasiones, ya fallaban y porque las peñas de los canchales eran inestables y, sin aviso previo, se deslizaban, pendiente abajo, con peligro para los más avanzados. Pero pudimos ver “in situ” las “casamatas” y refugios “antiaéreos” que los republicanos miembros del afamado Batallón Alpino o Batallón 220 'Gordón Ordás', integrado fundamentalmente por montañeros de Gijón construyeron para defenderse de los  nacionales.






           Recorriendo, de nuevo, los alfombra verde de la mañana, con el sol jugando con nubes de tormenta que empezaban a dibujarse en el cielo, llegamos  a la fuente de Mieres (Meres). Rellenamos de fresca agua  nuestras secas cantimploras y, por el camino terrero matutino, regresamos a Pinos, eran las 7,30 h.



Rápido cambio de calzado y, subiendo a los coches, corto trayecto hasta S. Emiliano para poder tomar una merecida  y refrescante cerveza después de 9 h de intensa caminata.

Mientras tomábamos la cerveza, nos dio tiempo a concretar futuras expediciones:

Día 3 de octubre: Peña Galicia, ruta fácil, para facilitar la renovación de la plantilla.

Día 18 de octubre: Cerro Hermoso, para complacer a Toño, a ver si se anima, y para compensar el “mono vertical” de nuestros tutores-evaluadores: Antonio y Mariví.

                                                        C. Felipe
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C.: La