Componentes de la expedición: Antonio, Mariví, Goyo, Elisa, M. Ángel, Mª Eugenia, C. Felipe
Los “dioses del tiempo” atendieron los deseos expresados en la última crónica y, tal y como estaba previsto, el sábado 27 de septiembre, con un tiempo espléndido para la “marcha”, iniciamos la subida a Peña Ubiña.
Los “dioses del tiempo” atendieron los deseos expresados en la última crónica y, tal y como estaba previsto, el sábado 27 de septiembre, con un tiempo espléndido para la “marcha”, iniciamos la subida a Peña Ubiña.
A las 9 de la mañana, cuando
llegamos a S. Emiliano, el sol, perezoso, se quitaba las legañas y se
asomaba, lánguidamente, por entre
las cumbres que cercan el pueblo.
La verbena y
resaca de la última noche mantenían, aún, al pueblo adormecido.
Aunque
el cielo estaba despejado y lucía un azul intenso, el + 1º que marcaba el termómetro animaba a
abrigarse mientras esperábamos la apertura del bar para beber el calentito café mañanero.
Reclutados todos los componentes de la
marcha y felicitándonos por la incorporación y valentía de Mª Eugenia, nos
encaminamos a la localidad de Pinos,
señero pueblo de nuestro compañero J. Enrique, al que recodamos y deseamos que
D.E.P.
Desde Pinos, pertrechados con el
equipamiento y avituallamiento adecuados para una larga jornada, iniciamos la partida, a las 9,45 h., por un amplio
camino terrero, flanqueado por los, todavía, verdes árboles, que con subida progresiva nos llevó hasta el
refugio de Meres o (Mieres). Desde allí
pudimos vislumbrar, a lo lejos, la Peña
Ubiña Pequeña y
observar a sosegados y pardos
animales aprovechar los incipientes pastos de otoño .
Corto receso y continúa la ruta por una
reverdecida alfombra salpicada de claras y heterogéneas rocas.
De pronto, un pequeño macizo de albos riscos, cuya
trepada fue el aperitivo de lo que nos esperaba, interrumpió el plácido camino
y nos reveló el “monstruo” al que
pretendíamos atacar.
Con paso seguro, atravesamos el valle
despoblado de animales que nos fue acercando a la base de la ciclópea cumbre. Según nos íbamos aproximando, el camino se empezó a erguir y, con paso
reposado y mucho arrojo, alcanzamos las
rocas y la senda que nos llevaría a la cima.
Unos minutos de sosiego para beber agua, tomar aire y emprendimos
la pindia y peñascosa pendiente.
Aunque la senda era constreñida, en esta ocasión, era
transitada por un número inusual de escaladores de todas las edades, aunque
según Goyo, nuestra expedición era la señera en la edad . Pero como lo que
importa es el espíritu…., unas veces, sorteando las rocas, otras veces,
arremetiéndolas con tesón y pellizcándolas para poder dar la siguiente zancada,
ascendimos, ascendimos hasta alcanzar la cresta, eran las 13,30 h..
¡¡¡
La sonrisa de satisfacción de la
incrédula Mª Eugenia eclipsó el sol¡¡¡
- ¡¡¡Victoria¡¡¡ - susurró Mº Eugenia
suspirando
Desde esta cima de 2.417 metros pudimos contemplar un maravilloso panorama.:
Babia, a nuestra izquierda, una inmensa llanura verde rodeada de montañas y salpicada de
decenas de pueblos: Pinos, S. Emiliano, Torrebarrio, La Majúa , Villargusán, Torrestío
y la subida a la Farrapona …
Y, más alejado, el valle de Omañas. A la derecha, el pueblo asturiano de Tuiza
y, alejadas, peñas emblemáticas como las
Tres Marías, Correcillas, el Cibernal…
Buscando el
resguardo de las rocas y el calor del sol, comimos nuestros apetecibles
bocadillos, bebimos el café y alguno fumó su ineludible cigarrillo.
Repuestos del esfuerzo de la subida, después de la foto familiar de rigor en el mojón de la
cumbre, emprendimos un prudente descenso,
agarrando, de nuevo, las peñas para evitar los despeñamientos y proteger las
maltrechas rodillas. A las 3,30 h., en la falda de la montaña, mientras
cogíamos resuello, se celebró la temida asamblea para organizar la jornada vespertina y, como algunos
ya habían vivido la aventura de subir a continuación la
Peña Ubiña Pequeña, se decidió subir al
Cerro Cerreos.
Para no perder altura, emprendimos un descenso
trasversal sorteando puntiagudos cardos y
abruptos canchales que nos
acercaron a la falda del Cerro Cerreos.
Felipe, ya cansado de la doble jornada, preguntó:
- ¿Cuando se acaban las “marchas” de bocadillo?
-
Yo creo que esta
es, afortunadamente, la última -contestó
Miguel Ángel.
- No os hagáis ilusiones – replicó Antonio- todavía
queda subir al Collado Jermoso.
-
Esa es larga y
dura y, si queremos hacerla en el día, hay que aprovecharlo- machacó Mariví.
- Si nos fiamos de estos, nos matan – musitó Goyo
Cambiando de tema, añadió:
-
¿No os parece que
es necesario renovar la plantilla de expedicionarios? No sé si os fijasteis, pero
en la senda de Peña Ubiña parecíamos los
del INSERSO.
-
Pues este año han
llegado al Insti unas cuantas chicas
jóvenes, atléticas, guapas… y algún chico que…. –comentó la callada
Elisa.
-
No se hable más, -
sentenció Goyo - Miguel Ángel, con la ayuda de Ángel, cuando acabe con las monsergas de los cumpleaños, la
recogida del pimiento y demás zarandajas…, será el encargado, además de
concertar el lugar del manduque, de
hacer nuevas conquistas para renovar la plantilla. No podemos soportar la nueva temporada con
una plantilla en la que unos están
jubilados y otros ávidos de jubilación. ¡Vamos
a ser el hazmerreír de las montañas¡
Y como la nueva pendiente, aunque más facilota que la “Ubiñona”, cortaba, de nuevo, el resuello, dejamos de conversar y nos centramos en la nueva ascensión , con Peña Ubiña vigilando nuestra sudorosa espalda.
En media hora, llegamos a la cumbre de la
fortificada Peña de Cerreos (2104) m.
Allí conversamos con 3 asturianos, amantes de la República , la pasada y
la futura, que nos hicieron la foto y
nos explicaron cuáles eran las peñas más importantes, y casi impracticables,
del Macizo de las Ubiñas, desde la vertiente asturiana: El Siete, Los
Castillines, el Portillín, Los Fontanes, Peña Rueda, La Mesa ; Alto de la
Cobertoria …
Después
de observarlas trincheras de Cerro Cerreos,
emprendimos el descenso por la vertiente sur. Fue un descenso duro
porque las rodillas, en ocasiones, ya fallaban y porque las peñas de los
canchales eran inestables y, sin aviso previo, se deslizaban, pendiente abajo,
con peligro para los más avanzados. Pero pudimos ver “in situ” las “casamatas” y
refugios “antiaéreos” que los republicanos miembros
del afamado Batallón Alpino o Batallón 220 'Gordón Ordás', integrado
fundamentalmente por montañeros de Gijón construyeron para defenderse de los nacionales.
Recorriendo, de nuevo, los alfombra verde de
la mañana, con el sol jugando con nubes de tormenta que empezaban a dibujarse
en el cielo, llegamos a la fuente de
Mieres (Meres). Rellenamos de fresca agua
nuestras secas cantimploras y, por el camino terrero matutino,
regresamos a Pinos, eran las 7,30 h.
Rápido cambio de calzado y, subiendo a
los coches, corto trayecto hasta S. Emiliano para poder tomar una merecida y refrescante cerveza después de 9 h de
intensa caminata.
Mientras tomábamos la cerveza, nos dio
tiempo a concretar futuras expediciones:
Día 3 de octubre: Peña Galicia, ruta
fácil, para facilitar la renovación de la plantilla.
Día 18 de octubre: Cerro Hermoso, para
complacer a Toño, a ver si se anima, y para compensar el “mono vertical” de
nuestros tutores-evaluadores: Antonio y Mariví.
C.
Felipe
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C.: La
Tengo una tarjeta de cumbre, de hace años, vuestra. Si me dais una dirección tendré el gusto de eviarosla. Un saludo.
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