miércoles, 14 de mayo de 2014

RUTA 1 PICO EL FARO- EL HUEVO Fecha: 5-10-2013

Componentes de la expedición: Antonio, Mariví, Elisa, M. Ángel, Ángel, Julio,  Cristina,  Clotilde, C. Felipe, Michele, Manuel, Amiga de Manuel.



          El sábado 5 de octubre, un día otoñal en el que  el relente matutino ya era fresco en la montaña,  pero que se preveía  soleado y agradable,  nos dispusimos a perpetrar la ascensión al pico El Huevo y El Faro, satisfechos de la respuesta obtenida a la convocatoria.



         Con el frescor  de la mañana, iniciamos el recorrido desde un abandonado mesón que hay subiendo al puerto de Vegarada. Cruzando el camino hacia la izquierda, con la vista puesta en la horqueta que se advierte entre dos amplias peñas, surcamos los senderos que serpean por entre los brezos salpicados de tenues colores rojizos y los verdes prados regados por los pequeños arroyos que forman el nacimiento del Curueño.




         El recorrido, por la fértil vega que proporciona copiosos pastos al ganado ovino y caballar que transita por ella libremente, es cómodo y nos permite admirar el variopinto colorido otoñal del valle que contrasta con la luminosa  blancura de las altas y peladas rocas que a lo lejos se vislumbran.







         Progresivamente subiendo, vamos abandonando los prados y nos  acercamos a los primeros roqueros de piedras sueltas y resbaladizas  que nos exigen mayor esfuerzo y concentración.



Situados a la falda de la brecha llamada “la puerta del faro”, sorteamos, con verdadero esfuerzo, un empinado pedrero hasta alcanzar la ventana de un maravilloso paisaje que, entre peñas y riscos, nos muestra los esplendidos valles de Vegarada  y del Curueño. Desde allí, podemos ver, ya muy cerca,  a la derecha el pico el Faro y a la izquierda el pico el Huevo.






Tras una breve parada para el reagrupamiento, emprendimos  la subida, en primer lugar, al pico el Huevo. Después de remontar un píndio repecho por terreno húmedo y pantanoso, nos encaminamos hacia a la izquierda y,  por  la gradual y continua pendiente de una cordada alcanzamos la cima del redondeado pico del Huevo.






Con la cruz de los conquistadores en la mano, nuestro guía nos fue señalando los altos picos que desde allí se contemplan: las más cercanas, La Fitona, la Morala y la Valerona, a lo lejos,  el Macizo de Ubiña y también las Marías y ya al sur las cumbres del Mediodía, el Peñacorada, el Espigüete, con las Peñas Pintas y los Picos de Europa y los Mampodres…..







Los demás, boquiabiertos, pensábamos que algún día conseguiríamos distinguir alguno y nos asustamos pensando que, quizás, a alguno se le ocurriría  que teníamos que coronarlos.


Como el Faro nos esperaba,  hicimos la foto de nuestra primera victoria, Cristina dejó, en el buzón, nuestro primer mensaje, repusimos fuerzas  con un ligero aperitivo, abordamos la  bajada con la celeridad de los gamos  y,  sin pensárnoslo dos veces, abordamos, como si ya fuéramos expertos escaladores, la escalada del rocoso y arisco pico el Faro que divide la zona asturiana y la leonesa.






         Animados  por  haber alcanzado las cimas el grupo en pleno, comenzamos   a pensar en constituirnos como grupo estable de alta montaña y  en bautizarnos con el nombre de uno de los picos hoy coronados.

Con las nubes amenazando por la vertiente asturiana, realizamos el descenso por el mismo sendero que hicimos la subida, pero con la suerte de poder observar el raudo descenso, por el pedrero, de un reducido grupo  de corzos que entre las rocas se escondía.

Vadeando los arroyos del valle, admirando las tardías florecillas moradas  y rojas que  entre la hierba y el trébol descollaban, visitamos  un chozo que sirvió de refugio en la guerra civil  y llegamos al mesón abandonado de Vegarada donde habíamos dejado los coches.





Después de asearnos un poco, bebimos en Lugueros  una refrescante cerveza y  nos dirigimos a la “Venta del Aldeano”, restaurante donde disfrutamos de una abundante y magnífica comida, coreada de suculentos postres.



En la animada charla de la sobremesa, los esforzados miembros del grupo propusieron nuevas expediciones y  juzgaron que un nombre apropiado para el “recién nacido” sería” EL FARO.

Como los días aún eran largos,  en sesión vespertina, nos dio tiempo, a saludar a  la  desenfadada cabellera  de la emblemática cascada de Nocedo.




       Satisfechos y decididos a continuar con la “loca” experiencia nos dirigimos a León.

                                                                  C. Felipe

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