miércoles, 14 de mayo de 2014

RUTA 2 EL BODÓN DE TOLIBIA Fecha: 12-10-2013

Componentes de la expedición: Antonio, Mariví, Goyo, Elisa, M. Ángel, Julio, Ana, Cristina, Mª Eugenia,  Clotilde, C. Felipe, Elena, Jose Mª, el perro “H”

 

            Con el relente de la mañana otoñal refrescando nuestros  rostros y los tibios rayos del sol reverberando en la cresta de los cerros, iniciamos la senda para abordar la subida al mítico Bodón  que, cada mañana, saluda a nuestra amiga Ana (Anabel para los lugareños), cuando se encuentra en la rústica y  bella casa de  Tolibia.


          Dejando los coches en un camino  que va hacia el cementerio de Llamazares, a mano izquierda de la carretera, cruzando el río Labias, comenzamos nuestra marcha.

         El camino, bordeado de pinos y urces,  tiene una suave pendiente que va calentado nuestros entumecidos músculos y nos va acercando a la falda de la sierra  de Bodón, que por este lado se encuentra adornada por un verde hayedo.
        







Ascendemos por el hayedo. Las hojas verde manzana filtran los rayos del sol y el suelo, tapizado de un húmedo manto acre terroso que forman las hojas tempranamente caídas, amortigua nuestras aún firmes pisadas. Las imperceptibles conversaciones y los primeros jadeos nos sacan de la sombra y nos conducen  a sendero que,  serpenteando por entre peñas, canchales y, a veces, reseca hierba, asciende hacia la collada de la Cuevona, que lejana se divisa.



              La subida, pesada y sufrida, va provocando los primeros abandonos, escalonando al grupo y  dejando  maravillosas vistas.








         Llegamos, gradualmente,  a la Cuevona de las horas, llamada así porque indica las horas del día mediante los rayos solares que se cuelan por un agujero que existe en su interior, y que, parece ser, es visible perfectamente desde Lugueros. Hermosa y amplia oquedad, apropiada para descansar y tomar un tentempié antes de emprender el postrero esfuerzo que nos llevará hasta la cumbre y queremos imaginar que, también antiguamente, apropiada para el refugio de pastores que cuántas tardes pasarían aquí contemplando el verde valle y relatando  viejas historias de lobos.






Después del ligero descanso, con el radiante sol refulgiendo en las cumbres y calentando nuestros cuerpos, realizamos un último esfuerzo, trepando por los riscos y peñas y escalando la píndia pendiente hasta alcanzar “la victoria”, la cumbre del Bodón.
  






Desde allí, con un cielo azul mar diáfano, el paisaje se expande hacia todos los puntos cardinales. Contemplamos el Espigüete,  Brañacaballo , el Pico Agujas, el Correcillas. Los valles del Curueño,  Porma  y  Esla  que se rendían a nuestros pies, formando una  estampa  de pequeños pueblos diseminados   y  lejanos y bucólicos valles y Ana saboreó la cumbre que, en los calurosos días del estío, sombrea su pueblo y su casa. ¡Ojala se  contagie de la fiebre de las ascensiones!







Siguiendo los pasos de la subida, emprendimos la bajada, reagrupados. Charlando y bromeando  nos dejamos llevar por el sendero que se dirige hacia el hayedo.  Cobijados por su refrescante sombra fuimos descendiendo, admirando el paisaje y las  bermejas bayas otoñales de los arbustos que embellecían el entorno. La mayoría del grupo  en vez de bajar por la senda de la subida hacia la pista principal, por intentar descender unos metros más adelante, nos adentramos en una maraña de urces y zarzas  de la que nos costó salir y que nos llevó a la carretera que une Llamazares con Lugueros y por la que tuvimos que retroceder 1 Km, excepto Elisa y Goyo  que, como dos enamorados perdidos en la sombra, recorrieron plácidamente el hayedo  y desembocaron en la senda de la ida.








Reunidos todos de nuevo, incluso Elena, Chema y “H” que se habían  ido a visitar Redilluera, nos aseamos  y emprendimos viaje a Lugueros donde saboreamos una  refrescante cerveza  antes de ir a comer a la “Venta del Aldeano”.



A las 15 horas, después  de 5 h de esfuerzo, disfrutamos de una copiosa y sabrosa comida que nos reconstituyó y animó a continuar con nuestras expediciones.
  


                                                                  C. Felipe

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