Componentes de la expedición: Antonio, Mariví, Goyo, Elisa, M. Ángel, Ángel,
Cristina, Mª Eugenia, Mª Luisa, Julio,
Clotilde, C. Felipe.
Ataviados como las circunstancias
exigían, con pesadas e impermeables botas de montaña, polainas multicolores,
cazadoras rojas, verdes, amarillas, moradas… , gorros protectores del frío y
mullidos guantes, nos sacamos la rutinaria foto de salida en las desiertas y
dormidas calles de Ciñera y asiendo los brillantes bastones comenzamos la
marcha.
El tibio sol de la mañana nos saludaba
y acompañó por la entablada y cómoda
senda que discurre por el hayedo semidesnudo, bordeando el serpenteante arroyo
que atraviesan coquetos puentes.
En algunos tramos umbríos, una matutina y gélida capa de “azúcar glas” convertía la vereda en una veloz pista de patinaje. Esto nos obligaba a transitar por el borde de
tierra pantanosa, sembrada de ocres hojas en putrefacción o tantear el peligro,
como ciegos con su bastón.
El titubeante andar nos llevó hasta una
asombrosa haya “Fagus”, conocida por su chocante forma y su sorprendente
longevidad, aproximadamente, de 500 años.
Los vestidos de terciopelo verde que tapaban los
anchos troncos y los contorsionados y desmedidos brazos de las vetustas hayas
contrastaban con el ocre ajado de las hojas perdidas que, ahora, alfombraban el
suelo mezcladas con nieve mancillada.
A contracorriente de la ruidosa y caudalosa
torrentera, el camino se va empinando y
nos conduce a la “Foz de Villar”. Desafiando
los ásperos peñascos y sorteando los incómodos matojos, recorrimos el escarpado
paraje y llegamos al solitario pueblo de
Villar del Puerto.
Después de un breve recorrido por la carretera,
torcimos a la izquierda y comenzamos a
subir por un camino que, por las huellas
y excrementos, parecía que frecuentaban
los animales. La empinada pendiente que coronamos con esfuerzo, protegiéndonos
del frío viento, nos condujo a un bucólico valle nevado en el que disfrutamos
hollando la inmaculada nieve y saboreando un frugal aperitivo regado por el
rosado vino de la tradicional bota de Ángel.
Oscuros nubarrones ensombrecieron el cielo y ocultaron
el sol y en el descenso, cuando alcanzábamos el pueblo de Valle de Vegacervera,
a parte del huraño saludo de los perros,
nos recibió una pasajera y fría lluvia
de algodones blancos que nos impulsó a buscar refugio en la veraniega casa de
Javi Cuellar que, como era de suponer, estaba cerrada.
Dos Km. de descansado caminar por el asfalto hasta
llegar, de nuevo, a Villar del Puerto y nuevo recorrido, ahora a favor de la
corriente, por el hayedo de hadas y brujas que durante décadas fue el camino de
los mineros que bajaban desde Villar a trabajar en las minas que rodean Ciñera.
El descenso es más cómodo que la subida y esto permite
admirar, detenidamente, el asombroso paisaje, escuchar la sonora copla del agua
y tomar espectaculares fotos en los puentes y cascadas.
Disfrutando del sol que vuelve a visitarnos, tomamos
una cerveza en el minero pueblo de Ciñera y nos encaminamos a Vega de Gordón, a
casa “Senen”. En el luminoso y espacioso comedor, disfrutamos de la sabrosa
comida con la que nos deleitó, sobre todo de los garbanzos con bacalao que
siempre recordará Ángel.
Si la comida resultó agradable, mucho más grata fue la
sorpresiva invitación de Antonio que, para celebrar su inminente y deseada
jubilación, en vez de subir descalzo a la ermita de S. Froilán, pagó la comida
de todos. ¡ Gracias Antonio por el bonito detalle¡
¿Te eximirá, con este detallazo, S. Froilán de la
promesa?
Y como de sorpresas y emociones va la jugada, quisiera
agradecer, en nombre de Antonio y Felipe,
a la presidenta, la sorprendente convocatoria de la junta extraordinaria
realizada el día 11 de febrero en el bar “la más bonita” para, supuestamente, concretar el “logo” del grupo.
Gracias: Mariví, Goyo, Elisa, M. Ángel, Ángel, Cristina, Mª
Eugenia, Mª Luisa, Julio, Clotilde,
Elena, Chema, Alfonso (espero que no
se me olvide ninguno), POR LOS
MAGNÍFICOS, INESPERADOS E INMERECIDOS REGALOS (al menos, por lo que a mi se refiere). OS DEBO UNA.
C.Felipe
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