Componentes de la expedición: Antonio, Goyo, Elisa, M. Ángel, Ángel, Mª Luisa, Mª Eugenia, C. Felipe, Clotilde, Julio
Ensimismado en mis pensamientos, ajeno al murmullo
somnoliento de la conversación de mis compañeros, envuelto en la tupida bruma
que cubre el pico “Susarón” y que hace invisible el cielo, las rocas, el valle,
el ampuloso pantano….. , pienso si ha merecido la pena el “madrugón” de las 7
de la mañana de un sábado de febrero,
los 60 Km .
recorridos para llegar a Puebla de Lillo y las 2 horas de ascensión.
Cabreado, lamento el error de la
previsión meteorológica que auguraba un día brillante y soleado a partir de las
11 de la mañana y, aunque ya son las 12
horas, la niebla nos sigue envolviendo en la cumbre y ensombrece el,
normalmente, risueño semblante de los compañeros.
Mi paladar añora el dulce crepitar de
las “orejas de carnaval” y el sabor aromático del café que a las 9,30 horas nos
dio la orden de salida.
Mi mente, escucha las protestas de mis heladas piernas
que, con agudas punzadas, avisan del cansancio acumulado por el lento ascenso.
Primero siguiendo
la torrentera que bajaba por la empinada canal de la montaña y a la que una blanca sábana disimulaba las peñas y los
abrojos. La nieve estaba esponjosa y no resbaladiza, pero esto no evitó que
algunos de los eslabones de la tensa cadena nos fuésemos abriendo y
distanciando del resto, antes de llegar al collado.
Luego, la subida se endureció y la blancura nívea del
terreno se transformó en una sedosa gasa blancuzca que disimulaba las ocres
rocas que, con pies de plomo, debíamos superar.
Absorto en estos pensamientos, el mentiroso sol me
guiñó su ciclópeo ojo y espabiló mi apático ánimo.
Con la rapidez que mis entumecidas piernas me lo permitían,
seguí el acelerado descenso de mis compañeros hasta conseguir infiltrarme, con
ellos, en un desnudo y ondulante robledal.
Las huellas de oso, aunque los expertos lo dudan, y los revolcones de Julio y Ángel, al intentar esquiar con los
infantiles esquís que la “buhonera” Clotilde llevaba en su mochila, me llevan entretenido
por la lacrimosa nieve. Los intermitentes y fugaces destellos del torpe
sol evitan, con astucia, la pesada
niebla , templan mi ánimo y me empujan a una amplia pista que, a las 4 horas,
me conduce, de nuevo, a la plaza de Puebla de Lillo.
Anticipándose a sus dueños, Elena y José Mª, recibe al
eufórico grupo el inquieto y risueño “H” que, con su refulgente color azabache,
termina de deshacer la niebla y nos permite admirar, por fin, el majestuoso
pico” Susarón”
A las15 horas, comida casera en el típico bar “el Central”, excepto para Ángel al que una repentina indisposición lo condenó a volver precipitadamente, con Cloti, a León.
Miradas envidiosas a Julio que exhibe una blanca y linda camiseta con el “logo” del club que gracias a él tenemos. Saludos al “Jefe” de Secretaría, “el merengue” J. Antonio. Encarecidas súplicas a la “presidenta”, que hoy nos acompaña en la comida, para que programe futuras expediciones y nos acompañe en ellas o supervise su ejecución.
Después de una vista panorámica al pantano de Vegamián
y al Susarón, desde el mirador, ya que
durante el día habían estado entretenidos en jugar al escondite, café o chocolate, con
“orejas de carnaval” en Boñar y feliz descanso.
¡Que el tiempo nos sea propicio¡
C.
Felipe
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