viernes, 11 de abril de 2014

RUTA 12 SUBIDA A “PEÑACORADA” Fecha: 15-03-2014




Componentes de la expedición: Antonio, Mariví, Goyo, Elisa, M. Ángel, Ángel, Cristina, Mª Eugenia, Mª Luisa,C. Felipe, Rocio, Fernando, la perrita “Trufa”
          
            En una luminosa mañana que anticipaba la primavera, con el tibio sol tiñendo de púrpura las piedras de las robustas torres del Santuario de la Virgen de la Velilla, entonamos los adormecidos cuerpos con el sabroso y calentito café aportado por Elisa y, anticipándonos al más que probable desgaste de calorías, acumulamos unas pocas saboreando el contundente “brioche” que nos ofreció Mª Eugenia.
        

         Más ligeros de ropa que de costumbre ya que el día prometía dar un respiro al frío y a la nieve de jornadas anteriores, a las 9,30 iniciamos la marcha guiados por la risueña, inquieta y cariñosa “trufa” que, en esta ocasión, acompañaba a Fernando y Rocío que, por primera vez, compartían nuestra arriesgada aventura.


         Después de 2 Km. de senderismo ascendente por una pista de tierra rojiza, moteada de diseminadas y acuosas máculas blancas, nos aproximamos a la suntuosa montaña.


         El brío con el que pretendíamos iniciar la subida se desmayó porque, en contra de lo previsto, la reluciente nieve, desatenta, plateaba la ascensión norte y el sol hacía brillar los cristales sembrados, descuidadamente, entre las  urces y los desamparados robles.

         Nuestro seguro y precavido guía, Antonio, decidió continuar por la pista un trecho más, hasta vislumbrar un ascenso más triste y sombreado, pero más seguro, ya que la mayoría no llevábamos los “crampones” necesarios para atravesar la plateada pista de patinaje que habíamos admirado.


         Siguiendo las sinfónicas y claras aguas de una torrentera, iniciamos el ascenso. El grupo, progresivamente, se fue disgregando y cada uno, al ritmo de sus fuerzas, vencía la complicada ascensión. Hacia la mitad de la subida, se manifestó, de nuevo, la cumbre nevosa, adornada  por un manto resbaladizo que hizo extremar las precauciones y aflojar el paso.


         Unos apoyando a otros/as, Goyo tomó el relevo, en esta ocasión, a M. Angel, constante y fiel  “ángel de la guarda” de los desamparados e inseguros, fuimos sorteando, con pies de plomo, la peligrosa ascensión como eslabones de una larga y férrea cadena.

        Ángel fue la excepción ya que, como eslabón perdido, subió, por una mala indicación, solo y angustiado el “monte Calvario”, aunque no reparó que lo custodiaba Rocío  con sus seguros “crampones”.



         ¡Qué pena , Ángel, que Antonio y Fernando, después del inusitado esfuerzo de bajar y volver a subir, no encontrasen tus gafas de sol.¡ Pero, “al mal tiempo buena cara”, como tú con tu característico buen humor contestaste: - ¡Pronto es el día del padre¡

         Un corto descanso para reponerse del susto y continúa el cresteo hacia la cima, ahora sí, sin el peligro de la nieve helada. Después de una hora más de ascenso, hicimos cumbre a las 13,30.






         Sin mucho tiempo para admirar  y fotografiar las bellas vistas que la altura nos proporcionaba, iniciamos el descenso ya que llevábamos un considerable retraso.

Con el fin de evitar el resbaladizo hielo, comenzamos el descenso por la vertiente contraria. La cima  también estaba cubierta de nieve,  lo que motivó que la bajada fuese rápida y deslizante sobre todo para Mariví y Goyo que, cual eufóricos y hábiles patinadores, se dejaron deslizar por la reblandecida nieve y, adelantándose al grupo, giraron hacia la izquierda. El resto del grupo intentó seguir su vertiginoso descenso pero, ante el peligro del hielo, aconsejado por  el cauto Antonio, realizó el descenso por la derecha, la vertiente sur que, caldeada por el sol, estaba expedita de nieve.


Sorteando urces e inseguros canchales de movedizos guijarros, conseguimos pisar la mullida hierba de un desconocido valle que, a través de un joven robledal, nos condujo a una senda marcada que,  nos llevó, después de recavar información de un conductor de “quads”, a los pies del Santuario de la Virgen de la Velilla. Eran las 16,15 h y la circunvalación dada al “Peñacorada” nos había supuesto 2 horas más del tiempo previsto.


 ¡Razón tenía Mª Eugenia cuando, al comenzar, sostenía que el recorrido, según su Internet, era de 7 horas¡

Goyo y Mariví, que habían llegado una hora antes, nos esperaban, descansados, al borde de una fresca fuente que sació nuestra sed y limpió nuestro sudor.

Sonrisas, bromas, remojón en la fuente, exhibición de camisetas con el “logo” del club y breve viaje al restaurante “ElVasco” en Puente Almuey ¿ le quedará comida?. La llamada del previsor “intendente” M. Ángel había dado su fruto. A las 5 en punto de la tarde..., eran las 5 en todos los relojes…., nos sentamos en la  mesa dispuesta y saciamos nuestro acuciante apetito, eso sí, sin olvidarnos de agradecer al camarero y a la cocinera su espera y amabilidad.


Con el sol aún centelleando en el cielo, nos dirigimos a S. Martín de Valdetuejar y, pausadamente, visitamos, por fuera y por dentro, la iglesia románica de San Martín del S. XII. Ángel tuvo tiempo de dar las gracias al Santo, en latín, por haberle preservado la vida esta mañana  y Felipe de arrepentirse de todas las “mentiras” contadas en las crónicas, ante Mariví que, haciendo uso del confesionario, administraba el “sacramento” de la confesión.




Mientras el sol pintaba sus labios de carmesí esperando a la luna y las aguas del río entonaban sus melodías soslayando las molestas piedras que entorpecían su cauce, nos despedimos del valle de Tuejar y, con la alegría de haber alcanzado una “nueva” cumbre, emprendimos el regreso.

                                                                                     C. felipe

        











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