domingo, 27 de abril de 2014

RUTA 7 BODÓN DE CÁRMENES O DE CANSECO Fecha: 21-12-2013

Componentes de la expedición: Antonio, Mª Eugenia, Goyo, Elisa, M. Ángel, Julio, C. Felipe


            En una fría mañana de diciembre,  con algunos compañeros/as  ausentes  pues ya tenían  los pies puestos en los estribos para  irse de vacaciones navideñas, iniciamos a las 9,30 h, en Canseco, la preparación para ascender al Bodón de Cármenes.

         Aunque  las calles del  desierto pueblo y  las laderas de las montañas se veían cubiertas por un ligero y suave manto blanco, no creímos que  esto fuese un grave inconveniente para nuestra osada empresa.

         Después de recibir el saludo de los colosales y temibles perros mastines que acompañaban a un madrugador  y quejoso rebaño, recorrimos, aproximadamente, 1Km. del  camino que transita el dócil ganado que sube a los pastos y,  por la primera canal  que encontramos en la montaña, nos adentramos en dirección a la cumbre siguiendo la  sudorosa silueta de una torrentera que, impaciente, por ella discurría.


Sorteando la frescura del  agua por las  resbaladizas piedras, escalonadamente, íbamos remontando la ladera y  hundiéndonos, poco a poco, en la cada vez más copiosa nieve.



Los pies se hundían en el húmedo polvo blanco y los bastones, torpes, se negaban a avanzar, pero,  con agotador esfuerzo, aprovechando la huella del predecesor y asiéndonos a los casi ocultos matorrales intentábamos seguir los pasos de Antonio y Elisa que encabezaban la cordada.

Protegidos por un cielo gris ceniza, nos fuimos acercando a las negras  y escarpadas rocas que se asomaban su cara por encima de la sábana blanca y, conforme las íbamos alcanzando, la esponjosa nieve se iba endureciendo y las anteriores hendiduras se fueron transformando en sutiles resbalones que retrotraían los pasos dados.


Por más que intentábamos lacerar la blanca capa para que la pisada fuera estable, esta se resistía como coraza de tortuga. Hubo un momento en el  grupo semejaba, en la inclinada ladera, a un grupo de esquiadores, sosteniéndose, con los bastones en posición inversa a la de  impulso.




  Ante la ausencia de los necesarios “crampones” y siguiendo el consejo de nuestro cauteloso guía Antonio, aunque, según una equivocada visión óptica, la cumbre no parecía muy alejada, decidimos no correr riesgos innecesarios y dejar la espinosa hazaña para  tiempos mejores.





Al abrigo de unas abultadas peñas que nos resguardaban del intenso frío y  del peligro de despeñamiento, tomamos un rápido tentempié e iniciamos el descenso dirigido nuestros, cada vez más seguros pasos, hacia un hayedo que facilitaría la bajada.


Si el  potencial peligro había erizado nuestro ánimo, el radiante blancor del valle, con su misterioso silencio solamente quebrado por la rumorosa corriente de la torrentera, nos serenó y permitió disfrutar de una sosegada paz y de un excepcional paisaje que compensó todo  el esfuerzo y la desazón sufrida.



Las desnudas hayas exhibían sus escuálidos brazos y fornidos troncos a los curioso e inesperados visitantes y proporcionaban  la pincelada precisa de mate a aquel cuadro de luz.


Siguiendo un señalado camino,  nos fuimos acercando al río y, a lo lejos, ajeno al frío, al ruido y al hambre observamos, en medio de un nevado prado, a un astuto zorro disfrutar del silencio y de la nieve.



Atravesando uno de los antiguos puentes de piedra que se elevan sobre el río, llegamos a la hoces de Canseco y, después de un ligero paseo por la carretera, arribamos al pueblo donde nos esperaban los coches.



Despojados de las humedecidas prendas de la subida, breve camino hasta Vegacervera, allí, siguiendo la saludable costumbre instaurada, comida, en  familia, en el acogedor comedor de la “Posada Real Chousa Verde”. Rica comida casera, amena charla y, con la promesa de coronar el Bodón de Cármenes, efusivos deseos de unas

 ¡¡ FELICES NAVIDADES¡¡


                                                        C. Felipe

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